Literatura
Entonces vi luz en el departamento de enfrente, del otro lado de la avenida Coronel Día. No pude resistirme a espiar. Es raro que haya luz allí, siempre está oscuro, frío y silencioso, como el mundo antes de empezar. Pero a veces, muy de vez en cuando, como esta noche, se enciende una luz. En general es mi vecina de enfrente, la amiga de mamá, Delfina. Más raramente, su marido, Marcelo. O su hijo. Pero ellos dos apenas pasan por el comedor. Delfina en cambio, suele quedarse escribiendo hasta tarde. Nunca los vi juntos cenando, solos o con amigos.
Distingo perfectamente, la silueta de Delfina, sentada a la mesa, frente a su laptop.
Siento algo raro, no sé por qué. Cuando nos mudamos, le mandé varios mails diciéndole que íbamos a vernos, pero luego sentí, a pesar mío, cierto agobio, porque papá y mamá no aprobaron mi decisión de irme a vivir con Fabián sin casarnos. Son medio antiguos, los dos. Delfina, me propuso entonces que nos encontráramos para festejar. Y hasta un día me llamó por teléfono y nos invitó a un asado en su quinta. Supuse que mamá se lo había pedido. ¡Estaba tan loca por lo que consideraba una vida de pecado! Me dio rabia que Delfina se prestara a algo así, y le dije que íbamos al Tigre a buscar muebles para nuestra nueva casa.
Después, una vez le escribí o le envié un mensajito diciéndole que esa semana los iba a invitar a tomar algo. Pero no me contestó. Y las dos nos olvidamos. Ahora que la veo la llamaría, pero está muy concentrada, no quiero interrumpirla .
De chicos , veraneamos varias veces con ellos . Bueno , no fue exactamente así . Con ellos no , con Delfina y sus hijos , tres , que tenían más o menos nuestra edad. Marcelo no se llevaba bien con papá, y eso había hecho que durante muchos años mamá y Delfina se vieran poco . Sin embargo , mamá la nombró madrina de mi hermano menor , así que ella venía a casa para sus cumpleaños , su comunión , confirmación y esas cosas .
La familia de Delfina tenía un campo en Tandil, y ella nos invitaba siempre que podía.
La última vez que fuimos, lo pasamos estupendo. El campo es lindísimo, con sierras . Había otros chicos; éramos ocho, cinco varones y tres mujeres . Hacía calor – era febrero - , así que estábamos mucho tiempo en la Pelopincho . Luego, cuando refrescaba hacíamos caminatas y escaladas por las sierras. Íbamos a alguno de los monolitos que habían construido de Delfina y sus hermanos . O a la cueva de la Urraca, que era una cueva en medio de la sierra . Allí una supuesta urraca dejaba caramelos y chocolates .
Yo tenía cinco años , y nunca me llamó la atención que esas golosinas llevaran los mismos envoltorios y etiquetas de las que se compran en cualquier quiosco . Eran muy frecuentes la Titas , los Nugatones – los preferidos de Delfina – y los bombones Ferrero Roché.
Alrededor de la mitad de nuestra estadía, llegó un cura, invitado por el sobrino de Delfina, el que administraba el campo. Mamá y Delfina discutían mucho con él , y decían que era un machista de porquería . Yo no entendía nada de eso entonces. Lo que recuerdo es que el cura daba misa todos los días , en el comedor de la casa, usando la mesa como altar . Uno de los chicos tenía asma , y a esa hora, la tardecita empezaba a respirar raro , y Delfina se ponía nerviosa, y mamá también , y se miraban. Yo no decía nada, pero me daba cuenta.
Una noche , ellas oyeron ruidos y se levantaron. Mamá dormía en el cuarto del fondo , y Delfina en el primero a la derecha , justo al terminar la escalera . Las dos se encontraron, se chocaron casi, en medio del pasillo . Entraron primero al cuarto llamado de las cuatro camas, por las camas marineras. Allí dormíamos las tres mujeres : la hija de Delfina, Macarena, una amiga de Macarena , Carolina , y yo .
Mamá y Delfina llevaban velas en la mano- la luz eléctrica se cortaba , relgiosamente, a las ocho de la noche- . Mamá le dijo a Delfina “ Parecen los ruidos de la selva ” , que era el título de una película infantil. Yo la escuché porque estaba despierta. Uno de los varones tenía asma y ellas habían escuchado un silbido. A Delfina le hizo mucha gracia la ocurrencia de mamá . Cuando entraron al cuarto nuestro , se oyó un alarido estremecedor , porque con la vela, Delfina le quemó el pie a Carolina , que por el calor , dormía despatarrada y con la pierna afuera de la cama . Carolina ni se enteró, pero mamá y Delfina se rieron tanto!!!!! Parecían chicas.
En fin, lo pasamos estupendamente .
Ahora , Delfina se para y vuelve con una taza de té , debe ser , o de café , que pone a su lado en la mesa , junto a la laptop, sin parar de escribir. De vez en cuando , se ve que pierde el hilo y mira para mi ventana , pero no me ve , porque no ve nada, es re miope. Le haría un saludo con la mano, pero estoy muy cansada… Cada tanto aparece Marcelo en el comedor , pero casi ni se hablan. O se hablan poco .
Otras noches, él ha entrado y le ha dicho algo , y un ratito después, ella se va con él . Pero da la impresión de que lo hace con desgano , y vuelve al cabo de un de un rato corto , y se sienta a escribir de nuevo.
Esta noche, mientras yo estoy tirada en el sofá saboreando mi “ whisky on the rocks “, los veo discutir . Los veo , porque , claro , no los puedo oír. Lo deduzco de los movimientos , las idas y venidas , se adivina la brusquedad , la violencia . Él grita , y ella también . Pero eso ha pasado muchas veces , y luego todo se arregla , así que yo no le doy demasiada importancia. De a ratos , él desaparece y luego regresa y se tira en el sofá. Ella viene y se sienta a su lado , como rogándole algo, y él se niega . Espero que suceda lo habitua: que al fin ella lo convenza y se vayan juntos a lo que imagino es la habitación de los dos .
Pero la discusión sigue. Se nota por los gestos y también porque a veces alguno de los dos – sobre todo él – desaparece en el interior del departamento y luego vueve . Es evidente que la cosa no queda zanjada y que siempre alguno – con más frecuencia , ella – tiene algo para agregar .
Esta noche es distinta. La cosa vino fiera de entrada . Quizá ya estaban cansados , los dos . Mamá me había dicho que no se llevaban bien, en realidad nunca se habían llevado bien. Mamá no lo quería nada a Marcelo . La cuestión es que me pongo a mirar . Y de pronto veo que él le encaja un cachetazo . En realidad, lo infiero , - al cachetazo - porque ella queda con la cabeza de costado , y la melena moviéndose, como en medio de una ráfaga de viento. Me incorporo y pienso si debo llamar a la policía . Luego recuerdo que en estos casos no hay que meterse , las parejas se arreglan solas , estas cosas se arreglan entre las sábanas …
Delfina se sostiene la mejilla golpeada con la mano , incrédula y furiosa . Mira a su alrededor , como buscando un testigo , pero no lo encuentra , claro . Entonces reacciona con furia . Le dice algo , él se encoge de hombros . Ella se enfurece y le tira un patadón. Me entra frío. Es lo que dice mamá: el poder de ese hombre para poner frenética a Delfina. Que tiene su carácter sí, pero es buenísima.
Ahora estoy segura de que no debo llamar a la policía . Tendría que decir la verdad , que ella también le pegó . Aunque es cierto que él fue el primero , pero después de todo ¿quién sabe lo que ocurrió antes , antes de que yo empezara a mirar , antes de que vinieran al comedor? Quizás ella le pegó a él , esas cosas pasan . A veces la he visto tirarle de la ropa , como para que no se vaya , cuando él parece decidido a hacerlo. Por eso , no la entiendo , si está harta ¿ por qué no se va ella, o lo deja irse?
Me doy cuenta , avergonzada , de que son ideas machistas . La víctima convertida en victimaria . Además , un hombre no debe pegarle nunca, nunca a una mujer , aunque ella le pegue a él .
Todo lo que veo me mantiene indecisa , entre apenada y curiosa , ¿cómo terminará aquello? Entones veo con horror que él le tira a su vez una patada mal , muy mal , porque ella se cae , se agarra el estómago , se retuerce un rato y al fin se queda quieta. Con la cara mirando, desde el suelo , hacia donde estoy yo , en una muda acusación .
Tardo un rato en comprender que , o está desmayada o está muerta. Me pregunto qué hacer.
Recuerdo su insistencia por festejar mi mudanza , la invitación a su quinta, y ahora advierto los detalles : un leve temblor en su voz . Y me doy cuenta de que estaba sola , muy sola , pero no lo hubiera admitido por nada del mundo. Hay algo que no entiendo . Mamá me había dicho que nunca la había visto mejor a Delfina; y lo atribuía a que su amiga había dejado la terapia. “ Tiene un psicólogo que es un tarado “ fue su comentario exacto . Mamá tiene opiniones muy definidas sobre todas las cosas .
Ahora sólo sé que es demasiado tarde, demasiado tarde para ayudarla , para llamar a la policía . Debí haberlo hecho antes . Pero no lo hice.
Mientras tanto , Marcelo se ha puesto un sobretodo – es invierno - y ha salido de la casa , sin ocuparse de Delfina. Me asomo más a la ventana, al rato lo veo caminando por la vereda, como me imaginaba. Va al quiosco, a comprar cigarrillos . Y ahora ¿qué? ¿qué hará?
Quiere hacer creer que fue un ladrón , un extraño . ¿ Fingirá que la cerradura ha sido forzada? Alguien que mata a una mujer indefensa, aunque ella lo haya provocado, es capaz de cualquier cosa.
Quiere hacer creer que fue un ladrón , un extraño . ¿ Fingirá que la cerradura ha sido forzada? Alguien que mata a una mujer indefensa, aunque ella lo haya provocado, es capaz de cualquier cosa.
Y entonces , como un fogonazo , recuerdo la voz de Delfina , implorante en el teléfono , invitándonos a su quinta. Quizás, esa vez también se estaban peleando , quizás ella tenía miedo y por eso me llamó . Quizás necesitaba solamente estar con alguien , hablar con alguien. Y junto al recuerdo del temblor en su voz , me viene el pensamiento más simple , el que hubiera-, pienso ahora , cambiado la historia , toda la historia - . Porque él la mató, de eso no hay duda . Y el pensamiento es que esa noche, esa misma noche , cuando empezó la pelea, yo podría haberla llamado a su casa- tenía el número en mi agenda - para invitarla a tomar un whisky conmigo . En todo el transcurso de la pelea – miro el reloj , habrá durado una media hora en total - , me sobraba el tiempo . Ahora, es tarde.
Aunque en realidad, pienso luego , ¿ hubiera realmente cambiado la historia?
Casi sin darme cuenta , me acerco al teléfono.
Levanto el tubo y marco.
“ Mamá … “ digo , y no puedo seguir . Recuerdo los paseos a la cueva de la Urraca, la noche en que Delfina casi le quemó el pie a Carolina , las veo a ella y a mamá reírse hasta llorar, las oigo discutir con el cura porque es machista
“ Qué “ me contesta una voz adormilada. En mi atropello había olvidado lo temprano que se acuestan mis padres.
“ No me voy a casar … nunca “ sigo.
Del otro lado del aparato se levanta como un muro el silencio, el silencio condenatorio.
…Y comienzo a llorar “ Mamá , repito , mamá “ .