Feuerbach y Barth: Paradigmas de un discurso posmoderno sobre Dios


Por Sergio Fuster

Teología significa literalmente hablar de Dios o discurso sobre Dios, pero ¿de qué Dios? La problemática que se enfrenta la teología hoy es acerca de promulgar una disertación de Dios desde el cristianismo proyectada a todas las religiones, como las orientales, por ejemplo; este es su fin misionero. Pero como tal no es un modelo integrativo, sino más bien escolástico, pero el requerimiento de los tiempos posmodernos requieren una visión fusionada, que reúna individualidad, consumismo y colectividad al mismo tiempo. Sin embargo, todos los pueblos  de la tierra siempre han tenido su identidad de Dios, basadas en sus mitologías y con su espectro ritual específico profundamente establecido muchas veces en tradiciones milenarias que se pierden en la noche de los tiempos; sin mencionar la religión personal. Por lo tanto hay tantas experiencias religiosas como hombres hay sobre la tierra. La globalización con la ayuda de la tecnología da la posibilidad, como diría Eugenio Trias, de un policentrismo, pero tambien de una despersonalización.
    La tradición judeocristianas ha diseminado la experiencia salvífica en la figura de un Dios que es ontológico y actuante en la historia: un Ser Supremo, que crea el mundo y lo que hay en él, por tanto hay creador y creación como atributo y forma. En esta instancia estamos ante el problema del ente y filosóficamente presenta las complejidades expuestas como bien lo planteó Heidegger. Pero en otra línea ¿Es Dios un Ser? Tenemos que responder que el Dios configurado de los judíos, Yahvé, el de los cristianos (católicos, ortodoxos y protestantes), Cristo y el de los musulmanes, Alá son seres, superiores, pero seres al fin. Tienen nombre, función, algunos representación y lugar de ubicación.
   A esta configuración como fenómeno se la llama “teísta”. El teísmo es creer en un Dios personal separado de uno (que está en el cielo) y desde allí nos observa, da sus leyes, nos recompensa o castiga (culpa), y se mediatiza en la mayoría de los casos con el servicio a la estatua –pueden ser muchos Dioses como en el politeísmo o uno solo como en el monoteísmo-. Oriente no es ajeno de esta forma de representación. India esta atestada de ermitas y templos con representaciones de sus divinidades y la puja (sánscrito: flor, lit. “hacer flor”, es decir, ofrecer flores) rebasa lo imaginado en sacrificios y abluciones, sin contar los bali o sacrificios cruentos de sangre. Lo mismo encontramos en China y en Japón (los kami) y qué decir de las religiones de tradición (América, Oceanía y África), con su conjunto de numinas como los Orixas y los Exus, pero reconociendo a un Gran Espíritu como Olorum (Manitú o el Gran Alce negro).
    La excepción en India (Brahmanismo y budismo), como en el extremo Oriente es que algunas tradiciones espiritualistas van más allá del ente (sat) e intuyen a Dios  (o lo que nosotros llamamos Dios) desde el No-Ser (a-sat). Para  Occidente (como para el teísmo en general), el lenguaje religioso se articula desde Parmenides y el problema del ser, es decir, del ser se puede hablar theos-logoi(o al menos preguntar desde la filosofía), es posible mostrarlo en las formas, de allí las tradiciones reveladas. Nietzsche lo demostró en el exhaustivo estudio que realizo sobre los Dioses griegos cuando todavía se apoyaba en “cosas últimas”. Sin embargo, desde Oriente y su idea del No-Ser,  nada se puede decir de él, ya que no hay él posible, es una articulación apofática si se quiere, es decir, hablar del misterio a partir de lo que no es. Es una nada con todas las posibilidades de ser.  A este lenguaje se la llama místico, y es llevado a una expresión extrema en el budismo con sus escuelas de vacío, como el Zen.
    Es por ello que la mística occidental es local, y por lo general no crea reformadores ni iniciadores de nuevos caminos, sino una transparentación del mismo. Una característica de la religiosidad en esta era posmoderna es que ya no tenemos el cristianismo como la “única”  religión verdadera sino que ahora el abordaje del tema es más comprensivo y ecuménico. A raíz de esto es que se hace necesario producir un nuevo discurso de Dios, que en este caso sea universal y adecuado a los nuevos requerimientos. Pero como veremos después este paradigma debería ir desde la forma a la no-forma, como liberación del hombre. Para ello es preciso  repasar, aunque más no sea sucintamente,  la cosmovisión de dos pensadores y lograr al estilo hegeliano una síntesis conclusiva: hablamos de Feuerbach y Barth.
       La razón de ciar a estos dos pensadores es que Feuerbach postuló lo inmanente, mientras que Barth lo trascendente, claro el primero era sumamente crítico y el segundo era bastante cristiano. En este doble sustrato paradójico nos vamos a mover para intuir un paradigma de Dios que sea adecuado para aplicar a todas las tradiciones religiosas y que sirva como discurso para posteriores estudios sobre esta temática.
       Feuerbach (1804-1872) fue discípulo de Hegel y un gran representante de la izquierda hegeliana, inicia así un humanismo materialista y ateo que abrirá el camino a Marx. Pero la obra de Feuerbach que nos interesa es con relación a la religión. En su libro: “La esencia del cristianismo” desarrolla una crítica radical de este y de la religión en general. Opina que la religión cree ser una relación del hombre con Dios, pero en realidad es una relación del hombre consigo mismo, con su esencia, pero proyectada. Objetivamente se la considera como una relación de un ser a otro ser. Es la unión de lo finito y lo infinito dentro del marco del propio ser. La religión, según  palabras de Winnicott, es la relación solamente de los tesoros ocultos del mismo hombre, por tanto no hay trascendencia.
       Sin embargo, los estudios desde Schleiermacher en adelante, pasando por la obra de Rudolf Otto, “Lo santo”, expone que este sentimiento es inherente a la experiencia religiosa. Pero en Feuerbach este sentimiento será análogo a la dependencia de la naturaleza. Nos hace recordar las palabras de Borges donde dice que “Dios es la mayor creación de la literatura fantástica”.
        Xavier Zubiri distingue dos momentos en esta vivencia, es lo que llama “la dimensión teologal del hombre”: el sentimiento de ser en sí mismo lo que llama “deidad”, para lo cual toma el paradigma heideggeriano, y admite un segundo momento de proyección interior que él lo llama “religación”. Aquí estamos ante un tipo de análisis fenomenológico husserliano. La deidad (ser en sí mismo) se religa con “alguien más” (el ser y lo otro) que como Dasein (pero trascendente a la existencia) se proyecta a un término cuya estructura es un campo misterioso; estaríamos aqui en el terreno de lo onto-teológico.

      Barth (1886-1968), a partir del enfoque teológico, en su comentario a los “Romanos”, reconoció esto, y lo llama desde su pensamiento, "Dios". Dice que Dios está más allá del mundo, es lo totalmente otro, como una tangente que toca el extremo del círculo, es su frontera, está más allá de todo, más allá de la religiosidad y de los logros humanos.
     Por lo que concluimos que, para construir un paradigma de Dios mas cerca del posmodernismo, que en el pensamiento de Feuerbach es Intra (interior/inmanente), parecería puramente psicológico, y en el pensamiento de Barth es Supra (está más allá de todo/trascendente), lo que quiere decir, que Dios es muy mío (Intra) pero  a la vez, paradójicamente es muy otro (Supra). Esto expone que el hombre viva a Dios como una relación entre un sujeto y un término y a la vez entre un sujeto (que es él) y un sujeto (que es leído como Dios en él).
    Explica además, que cuando analizamos el campo de la religión comparada, vemos varios sustratos interpuestos: uno lo ve a Dios como “persona”, en el afuera (eidolón), de ahí el fenómeno simbólico de mediatizar la experiencia del misterio (estatua, representación, símbolo, etc.) y una segunda configuración como ver a “algo” que subyace, que no es, del que nada se puede discursar, por debajo de esta deidad representada y representable, como el Tao (Dao), En-Sof (antes que anoki), la talidad, más allá del Ser, el Supra-Ser o el No-Ser. En algunas culturas, como la semita/latina, se ha confundido al Ser Supremo (Yahvé, Cristo, Alá) con el Supra-Ser como “Trans” de las culturas orientales, dándole personalidad y atributos a ese absoluto, lo que revela un nivel de pensamiento sin recursos metafísicos, lo que empobrece la experiencia deística vaciándola y llenándola con el objeto tangible.
    Por otra parte el Supra-Ser (más allá del ente, lo que abarca a los seres supremos de las mitologías), es concomitante con el ente humano, con su interioridad, con sus mismos fundamentos, como Intra-Ser. Esto bien lo especifican las literaturas místicas, como los Upanisadh: “Tú eres eso”. Queriendo decir, que uno es Brahmán, entendido como Atman, en otras palabras tú eres Dios o tú eres divino. Bien lo especifico el budismo en sus caminos del pequeño y gran vehículo (Hinayana y Mahayana). Buda es la meta de ambos caminos, y está allí, afuera, al otro lado del río, pero al acercarnos a ella nos damos cuenta que el fin desaparece como exterioridad y nos encontramos que Buda, en realidad, somos nosotros, como diría el Vedanta: “La búsqueda espiritual empieza en ti y termina en ti”.
    Por tanto, podemos promulgar un nuevo discurso posmoderno de Dios, como el más allá de todo, que lo abarca todo y lo contiene todo (sin llegar al panteísmo de Spinoza), formador (en el mito) y formado (en las tradiciones), porque en realidad somos nosotros o es el todo o la nada. Esta idea integrativa de Dios o del misterio último, es simplemente una integración “multicolor” de la diversidad y de lo “antisitemática” formulación epocal, diversa y rica, donde se auna el Dios de los filósofos escolásticos, el Dios de los teólogos racionalistas y el Dios absoluto del gnosticismo y de los cultos de extremo Oriente. Es parecida a la dialéctica que expresó Martín Buber en sus estudios filosóficos: “Yo-Tú”; dialéctica que recogió Gabriel Marcel desde el discurso cristiano, a esto damos en llamar Ser del ente, Ser en la existencia, Ser con factibilidad  y No-Ser o Intra-Trans-Supra-Ser.
   Estas ideas son solo formas, especulaciones, si se me permite, desde "un afuera", si el hombre quiere encausar su vida como individuo y como sociedad debe trascender las "formas" de la materialidad y la dialéctica e intuir la esencia de la "cosa" tratando de  haciéndose responsable de sí mismo logrando la espiritualidad perenne y constituyéndose en un ser libre y realizado.

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